Tengo varios libros ya editados: un cuadernillo (Jardín de esquemas), tres poemarios y una recopilación de poemas. Los poemarios se titulan «A veces lo visible», «Palabras para otras voces» y «En el temblor común (Un libro de Horas)». La recopilación, «Nunca se agrieta el cielo dos veces y otros poemas», Premio Soledad Escassi 2014.
CONTENIDOS
- Entrevista a Fernando Fiestas con motivo de la presentación de su libro «Palabras para otras voces» en el programa «Viento de Levante» de la Televisión Melilla. Desde el minuto 33′ 30 » hasta el minuto 50 ‘
https://www.inmusa.es/2019/05/03/viento-de-levante-38/
2. Intervención de Fernando Fiestas en «Melillenses en el Mundo (Madrid)» desde el minuto 1h11’58» y 1h14’09», con lectura de un poema de su libro «A veces lo visible». Junio 2016.
https://www.inmusa.es/2016/06/25/madrid-melillenses-en-el-mundo-25-06-2016/
3. Lectura de «Miradas de la memoria» en vídeo, publicado en Youtube.
4. Lectura de un poema de «En el temblor común», en Intraversos, Poemas desde casa.
Este poema pertenece a «A veces lo visible» y forma parte de la colección «A las tres de la tarde, siempre la misma sombra»
«Confieso que jamás empiezo el día
contemplando las nubes
ni regando las plantas.
Me limito a tomar ese café
que nunca me traiciona
mientras abro el periódico
y simulo encontrarme en las noticias.
Sólo miro hacia el cielo cuando salgo,
al azul de su límite.
Lo miro y me aseguro
de que dejé las sombras del portal
completamente pulcras.
Da igual si llueve, nieva o hace sol.
Para lo transitorio de la vida,
nada como un hogar que nunca cambie.»
A continuación reproduzco algunos poemas de «Palabras para otras voces», editado por Lastura Ediciones.
“Nombrar es perpetuar lo que antes hubo,
dar horas de agua al cauce que nos nutre”
Federico Gallego Ripoll
Y lo que habrá
conjugando impresencias,
como los niños ante la pizarra
conjugan verbos
con altas voces.
Horas nunca vividas,
lugares entrevistos
en las arrugas cortas
de los sucesos.
Entre texturas,
entre las calidades de los siglos.
Donde crezcan las sílabas,
donde los sacerdotes nieguen
la circularidad de los planetas.
RELIEVES
- A UNA ACACIA VITAL
Las ramas de una densa acacia
decoran las paredes del espacio
y resumen el cosmos;
acaso
centro de gravedad de lo imposible
para el desventurado comediante
perdido en inocencia.
Sus hojas a destiempo se deslizan
marcando la deriva de la savia,
el paso de los siglos.
Y goteras naranjas
afirman los poblados más distantes.
En el suelo, partidas como siempre, las frutas
y un olor a distinto
familiar al recién llegado,
denominan los modos de crecer
de cada brote.
Acaso impredecible,
la armonía entre el viento
que no ha pedido nadie
y los charcos que faltan
del entramado virgen.
Como una alfombra inmensa
la visibilidad de los indicios
con el árbol que cambia lentamente
a la vez que los árboles
de las enciclopedias.
Somos lo que miramos.
Comparar nuestras manos
con la llanura,
como si cultivásemos
otra acacia en la mente
por temor a quedarnos sin memoria.
Y la arena no fuese más que la erosión
de todo lo construido
en estas vastedades
donde la tierra es piel
a falta de pisadas de hombre.
2. Jaisalmer según el poeta Maharawal Bathi
A la arcilla volvemos
en su contemplación
por cómo los sentidos
nos desorientan,
por cómo los lugares son más amplios
en tiempos de sequía,
con un sol que dibuja los perfiles.
Hace tantas semanas
que no llueve,
que el mar tiene el color de las derrotas.
En la hora de las preguntas inservibles,
basta que crezcan brazos como ríos
y la efigie del héroe no cambie de sonrisa
para que las demás estatuas
sigan con la mirada su trayecto,
lo que late en los templos
de azafrán
y nos protege.
Lo demás es el cierre de los párpados
porque no somos ruido,
ni siquiera ese fondo
de las alfombras
para las gruesas lágrimas de los dioses.
Natural es tener dos mil cabezas,
y un solo rasgo
inquebrantable,
apenas una sílaba,
para que nada evite
nuestro paso
ni las corrientes de aire.
A la arcilla volvemos
en la hora de las preguntas inservibles.
Apenas el desdoble
de nuestro rastro,
por cómo los sentidos
nos desorientan.
Los verdes son el salto inesperado
rompiendo lo baldío,
los rojos ennoblecen,
el azul es la luz del sueño,
los naranjas, bostezos
sobre las celosías del palacio.
¿De qué sirve esperar desde el origen
para reproducir sus imágenes?
Siempre hay algo inclinado
que interrumpe el descanso de la lejanía,
con forma de versículo.
Las voces,
los ojos moribundos de los peces,
la sed con rostro humano.
Siempre hay algo
de desventura
en los sueños de los monarcas,
porque todos los grandes edificios
se construyen después de despertarnos.
3. LALIBELA
Con el primer eclipse
supieron que las plantas no eran perfectas.
Entonces regresó la poesía.
4. Su día cuando dio su alma a quien quiso (Al creador anónimo de los murales de Tahull)
Se dice que en el siglo nueve,
un hombre sin marea en las pestañas,
aburrido de tantas tardes grises,
dibujó las palomas a su guisa.
Se dice que llovía torpemente
cuando acordó marcharse con sus hijas
en busca de otra voz, de pantocrátores
ajenos a sus manos y limosnas.
Se llevaron azul para sus rizos
y no ser deseadas a destiempo:
él, sus simulaciones de madera,
ellas, el dulce síntoma del musgo
en las sienes, ajenas al trasiego.
Hilaron los dobleces de la plata
con todos los colores conocidos,
orfebraron los nudos imposibles
y los frescos pudieron despertar.
En una esquina, peces y leones
con sus efigies rubias, de través
por los campos del ángel que silencia;
junto al altar, afines cedros rojos
y cerrando la nave, el día eterno.
Se dice que, acabadas las pinturas,
volvieron las palomas a invadir
todos sus miedos nunca bendecidos.
5. ¿Es felicidad tenerlo todo y no poder hacer lo que hacen los demás?
Te perfumabas antes de acostarte,
-de trenzas el cabello,
y rímel en los ojos-
extendías la seda
sobre tu desnudez y besabas
los labios del chacal de porcelana.
Eres la reina
pero nunca quisiste serlo,
soñabas parecerte a aquella niña plebeya
de la choza del río.
Sabes que en el desierto
es imposible ver escarabajos
y tuviste que hablar con Dios
para creer más en ti,
en tus visiones místicas.
Sabes que cada alrededor
te purifica,
acaso esos jardines sin final
del que alguna semana
hablarán en museos y academias.
En palacio se cuenta que las risas
se miden
como los números
y nadie encontrará
modo de retratarte
para que te conviertas en suceso.
Por más que te empecines,
nadie tendrá la misma
distancia
entre las comisuras de los labios;
quizás una corteza del árbol de la vida
te sirva como máscara
ante el túmulo fértil
restituido en cenizas.
6. A Celan en su última noche madura de necesidad
En aquel puente azul
de tan lejano,
se arrojó un poeta
herido por sus culpas
y desde entonces, todo es desmemoria.
Poco pueden decir los homenajes
a los difuntos,
vivimos de distancias
porque nadie, absolutamente nadie
vive lo que imagina.
¿Quién osa calibrar
las imágenes rotas
de nuestra cara en el agua?
¿Y quién recomponerlas
sin la brisa normanda?
Quizás una pared llena de nubes
y cabellos dorados
diga más que el lenguaje de las tizas.
7. Tardías soledades
Me llena de ternura esta sala vacía
con caballetes sin pintores,
e imaginar a los ilustres
a punto de venir.
Porque me inspiran los lugares
que me convierten en suceso,
nada más que suceso,
como ahora que escribo este poema
sin que se entere nadie.
Luego me habré disuelto
sin dejar huella,
y las losas brillantes de mi entorno
seguirán reflejando lo mismo del momento.
Porque me pertenecen los minutos
únicamente míos,
mientras mueren de indiferencia
los nobles que no buscan
su sangre entre las vides.
Sus voces que se reproducirán
como largas urdimbres,
en lo que queda por decir,
para llegar a tiempo ante el futuro,
sin equivocaciones.
Hay siempre simetría en las palabras,
apenas pétalos grises
en los libros sagrados de los mártires.
8. Junto al Palacio del Louvre, 1.928
Nadie mira al reloj
y, siempre por detrás de la luz, esa mujer
siempre triste que acaba de cerrar su libro,
la piel de un día
que puede terminar en lo corpóreo
de los aromas,
que rubrica los vidrios de las tiendas.
Lo que conoce y lo que no conoce,
París, esa ciudad donde se inventó la lluvia,
con sus puentes y enigmas,
donde cada pisada es piedra filosofal.
Donde los extranjeros renuncian a su idioma para libar del cáliz
común en el francés tradicional y compartir acento:
crayon, fauteuil, amour .
Lo que en realidad
da sentido
son las cosas perdidas,
cosas que volverán
una vez ausentes,
sin distinguir a un patio de otro.
Apenas una imagen reflejada
dura lo que un suspiro
y en su recuerdo
quizás un soplo diga lo que nadie se atreve:
París, la bonhomía de los otoños frescos,
boulevard, trottoir, rive gauche,
donde en apenas tres horas de niebla
viví tres largos siglos.