Tal vez la base del papanatismo cultural imperante en estos tiempos esté en esta conjura que menciono, y que tristemente parece ganar adeptos, merced a la gran publicidad que se da a negacionistas de todo tipo –incluso hasta a la evolución de las especies- de los logros constantes de la Ciencia. Hace poco un político de renombre debatió y hasta discutió con un científico también de renombre sobre el cambio climático. Se pudo seguir en televisión –menos mal que nunca veo la televisión-, pudo acabar en una acalorada trifulca de no ser por el talante tranquilo del científico tan buen conocedor de lo que el oponente ignoraba. Ya se sabe que quien grita es normalmente quien no sabe de qué habla. Y sucedió que las opiniones del público fueron divididas. Siempre he sostenido que cuando no se sabe sobre algo, lo mejor es recurrir a los expertos.
¿Qué está pasando entonces? Creo que esta gente -irresponsable, por cierto- se niega a negar la mayor no por su propia ignorancia sino por sus principios basados en que si se admite que se está equivocado es que se está dando la razón a sus adversarios sociales y políticos. Como si fueran a robarles todas sus pertenencias e incluso idea de ser. Y es preocupante que se les dé tanta publicidad. Así como preocupante que se les vote a favor, gente hasta a veces
cegada por el resplandor del carisma de quien entone tal o cual barbaridad.
He visto muchas personas evitar leer escritos porque les suponía un esfuerzo innecesario. Gente que quiere ser ignorante tal vez por miedo o por desidia. No sé. Lo peor es la conjura. El micrófono que se hace altavoz a través los medios de comunicación. También he leído muchas tonterías sobre poemas, libros y cuadros. No estoy exento. Y lamentablemente, no se puede hacer nada. Acaso esperar a tiempos mejores, igual cuando ya no estemos ninguno de nosotros.
Menos mal que no tengo televisión.
Menos mal que tengo válvulas de escape.
Menos mal que no oigo.
© Fernando Fiestas